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Eric Nepomuceno, en su columna del domingo en Página 12, describió la injusta relación de desigualdad que impera en Brasil entre los integrantes del sistema judicial, beneficiados con pagos adicionales y retroactivos por "auxilio alimentación" y ajustes salariales que deciden ellos mismos como representación de un sistema corporativo y cerrado, y la gente de a pie, el trabajador, el hombre común, el mundo plebeyo. Allí, las implicancias de la Corporación Interregional Judicial: "¿Cómo seguir justificando que se pague a los jueces un “auxilio alimentación” retroactivo a diez años? ¿Qué otra clase de trabajador brasileño tiene ese derecho?Y más: ¿cómo seguir justificando vacaciones de 90 días a los señores magistrados? ¿Y ajustes salariales decididos por ellos mismos, al margen de cualquier negociación con los demás poderes? ¿Cómo justificar las prebendas y ventajas de un sistema cerrado? En Brasil, cuando un integrante del Poder Judicial es flagrado en delito, su única condena es jubilarse y seguir cobrando su sueldo integral. El Poder Judicial, que pretende juzgar la corrupción, se asegura una impunidad inadmisible. ¿Con qué derecho semejante poder puede juzgar a alguien?"Aquí, los Supremos - a excepción de Raúl Zaffaroni - fallan en contra de la participación de la voluntad popular en la elección de consejeros para el Consejo de la Magistratura, proceso que quedó inconcluso durante la Reforma Constitucional del ´94, situación que postergó hacia adelante la discusión sobre la conformación del cuerpo ejecutivo y las modalidades de su elección. Operan permanentemente como un poder político negando sus filiaciones y reclaman para sí el manejo de la "caja", vocablo que en abstracto irrita tanto y a tantos en estos años, que por la misma reforma le compete al Consejo de la Magistratura. Los supremos son justamente eso: Supremos, rémora aristocrática que pervive con potencia de Poder Real en nuestro presente. Una Corte cada vez más alejada del pueblo y que se aproxima peligrosamente a la de otrora, aun con el salto de calidad dado en estos años, rasgo desperdiciado exponencialmente en el último en curso. Un poder que torna gris, opaco, difuso, el concepto de control de Constitucionalidad erigiéndose como un Supra-Poder que se eleva incluso por encima de la misma Carta Magna.

 

 

 

 

*Periodista. Dtor. de la Revista Digital de Cultura y Política, La Tecl@ Eñe        
 http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene

 

 

Los Supremos: Brasil y Argentina

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