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Por Conrado Yasenza*

 

La instalación del clima de caos con el que se intenta desestabilizar al gobierno calificado por los poderes económico-comunicacionales como de transición, es ya un hecho de gravedad institucional.

 

Por un lado, los ataques de "una crueldad sofisticada", como lo expresó Horacio González en Radio Nacional, contra la Presidente de la Nación y a cargo, como primer o último eslabón de una larga cadena que no libera nada más que desprecio y odio, de Nelson Castro quien le diagnostico a la Presidente y desde un set de televisión el padecimiento del "síndrome de hybris", mal que planteado muy superficialmente aqueja a quienes se acercan excesivamente al poder y que remite a la tragedia griega.  Luego el embate fue continuado por Jorge Fontevechia a través de su columna del diario Perfil en la que expresó - y es sólo un fragmento, recomiendo su completa lectura – lo siguiente: "Que la Presidenta enloqueció se ha convertido en un lugar común. Sea o no cierto, la sola creencia se transforma en un hecho político. La verdad pública no pasa por la certeza individual de un solo sujeto. Depende de los hábitos interpretativos de la sociedad, que cambian en función de sus propias necesidades". Estas crueles y sumamente nocivas expresiones confirman la virulencia de un espeso sector de poder que ha emprendido una campaña de descalificación y estigmatización contra la Presidente Cristina Fernández  de Kirchner – agreguemos a la sucesión episódica de aberraciones la vulgata machista y retrógrada de Hilda “Chiche” de Duhalde y la burda operación de Jorge Lanata el domingo último en donde denunció un operación de "lavado de dinero" que la Presidente, por“incapacidad”, declaró en el Boletín Oficial (está es quizás la más ramplona pero no menos efectiva ofensa)

 

Por otro lado sabemos ya del duro golpe perpetrado contra Víctor Hortel, Jefe hasta hoy del Servicio Penitenciario Federal. La espectacular y organizada fuga de una cantidad importante de presos del Complejo Federal I de Ezeiza, de máxima seguridad, sirve como elemento catalizador del eje con el que Sergio Massa realizó su campaña proselitista durante las PASO realizadas el pasado 11 de Agosto y que se acentúa con esta fuga armada y con complicidad interna, según lo manifestó Hortel, para sembrar pánico, terror e inseguridad en la población. Ya hemos reparado en el poder disciplinador del miedo. Golpear duramente a Víctor Hortel, militante del campo nacional y popular, es no sólo un ataque personal sino institucional y político: Hortel es quien intentó cambiar el paradigma en torno a la reclusión carcelaria estableciendo políticas de inclusión y derechos humanos basados en la articulación del proceso de rehabilitación con las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. Un intento que puso en desafío las siniestras metodologías de utilización y sometimiento del recluso ante el poder penitenciario.

 

La dura batalla entablada con el poder real del Grupo Clarín S.A se revela como crucial ante la minimización que de ella han hecho políticos, periodistas, empresarios y jueces. Y conforma ya la puesta en marcha de un golpe institucional a la democracia. Las fuerzas agrupadas bajo concepciones neoliberales y hasta ultramontanas y sus poderes fácticos no tienen ya límites. Vale recordar que ese proceso de deslegitimación de la Presidente comenzó con la puesta en circulación, a través de los medios del Grupo, del "clima de crispación" al que la Presidente nos conducía. Luego siguieron los constantes embates que hacían referencia a la "bipolaridad" de la primera figura política del país hasta llegar a la misógina tapa de la revista Noticias. De allí en adelante, y envalentonados con el triunfo de Sergio Massa en las PASO, el ataque con intenciones de estigmatización recrudecieron hasta llegar en la actualidad a poner en dudad la cordura de Cristina Fernández. Tan antiguo como las estratagemas palaciegas o como la práctica carancheril de declarar mentalmente insano a un ser para provocar su aislamiento con la consecuente pérdida de derechos. Horacio González ha dicho que estos ataques no son planificados en usinas semiológicas sino en hábiles espacios periodísticos. Agrego, humildemente, que en esta ya extensa campaña de difamación y anulación política de la Presidente, se concentran en groseras dosis aquellos estudios que Michel Foucault nos ofreció en libros como Historia de la locura y Vigilar y Castigar.

 

La apelación a la búsqueda de las causas de la locura en el ámbito material y contingente de una experiencia históricamente constituida, conformada por prácticas institucionales, por procesos socio-económicos y formas de discurso, de cuya confluencia surge la figura cultural de la enfermedad mental, suena quizá excesiva para la sofistificación del ataque. Pero algo de ello subyace en la virulencia de los sucesivos procesos de deslegitimación y estigmatización que se operan desde la facticidad del poder contra la figura presidencial. Quizás conformen la génesis de las prácticas sociales y discursivas conque el poder económico-comunicacional intenta disciplinar las diferentes formas de subjetividad llegando al intento mismo de cancelar, anular, barrer esas subjetividades, experiencia que alcanza su grado máximo de perversión y desprecio por la institucionalidad cuando apelando a las formas del discurso médico se declara a la Presidente de padecer “hubris” o alguna una forma de locura. La insania mental de la Presidente es entonces un hecho político que pone en riesgo a la República y a las Instituciones y por ello debe ser depuesta. He allí la trama del golpe que nos compele a estar realmente preocupados y a ejercer el derecho soberano, que la Constitución provee, de legítima defensa del sistema democrático nacional. Y que esto no lleve a erróneas interpretaciones de viejas metodologías de defensa a través de prácticas violentas sino a un estado de alerta, de movilización, de respuestas duras e inteligentes ante cada nuevo ataque a figuras emblemáticas de la institucionalidad que de forma directa se convierten en un ataque a la gobernabilidad y a la democracia que en pocos meses cumplirá un ciclo de treinta años de vigencia ininterrumpida. Esta es la gravedad de la hora. De nuestra acción colectiva y de nuestras férreas pero inteligentes respuestas depende el futuro democrático de la Nación.

 

*Periodista. Dtor. de la Revista La Tecl@ Eñe  http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene

La estigmatización presidencial.

La instalación del clima de caos con el que se intenta desestabilizar al gobierno calificado por los poderes económico-comunicacionales como de transición, es ya un hecho de gravedad institucional.

 

 

 

Nota publicada en Agencia Paco Urondo
http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/otras-noticias/12504-la-estigmatizacion-presidencial.html

 

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