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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de El Barullo: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

Enrique Raab: El cronista ejemplar

 

 

Por Conrado Yasenza

La apertura en 1983 del período constitucional trajo aparejado - bajo el sino de buenas intenciones - un alentador espíritu de luminosidad sobre los dolorosos y perversos años de dictadura militar. La prensa gráfica tradicional - léase La Nación, Clarín, La Prensa, por citar algunos de los medios de más larga vida en el país - emprendió una suerte de reacomodamiento al tiempo inaugural del proyecto denominado "estado de vigencia constitucional o democracia". Sin embargo, el acartonamiento y la costumbre de sesgar o silenciar la realidad, no sería fácil de desterrar. Por de pronto, las portadas de los diarios con sus titulares, volantas, bajadas y epígrafes, comenzaban a dar cuenta del naciente espacio social y político surgido en el país, como consecuencia del propio desgaste erosivo de una etapa geológica sustentada en el terror. Dar cuenta del cambio, sí, pero sin plantearse un debate serio y profundo sobre el propio rol desempeñado dentro de un sistema de producción de identidad cultural. Dice Eduardo Blaustein desde un fragmento de su libro Decíamos ayer, la prensa argentina bajo el proceso:
" Los diarios envejecidos en los años de la dictadura, reacomodándose a los nuevos tiempos, poco aportaron de nuevo respecto de la discusión del pasado, entonces flamante, excepto la tardía impugnación de la censura: se supone que ya habían tomado partido en su momento..."
 

Algunos medios gráficos vieron la luz a partir de esta apertura. Por citar uno, y en forma arbitraria, Página 12 es hasta nuestros días, uno de los más significativos en relación al tratamiento del material periodístico/informativo, y en cuanto a la renovación de cierta estética en la imagen de sus portadas - podríamos decir una especie de atrevimiento en la diagramación (fotomontajes, ventanitas, pirulos de tapa, etc.,), y la utilización de un tono ingenioso, picaresco o humorístico en la elaboración de los titulares -. No resulta desestimable el hecho de agregar que Página 12 constituye, también, uno de los diarios que impulsaron la "modernización" o "adecuación" al nuevo espíritu de época, y que de alguna manera aceleró el proceso de desacartonamiento de los medios más influyentes en la opinión pública.


Justo es mencionar el claro ejemplo de resistencia corporizado en la agudeza y la inteligencia periodística de la revista Humor. 
También es necesario destacar, dentro del campo de la producción y circulación de pensamiento crítico/cultural/informativo, la aparición de publicaciones como Fin de Siglo, Cerdos y Peces y La Maga - cita hecha a riesgo de no mencionar algunas otras publicaciones-.


Ahora bien, uno de los temas sobre el cual este pequeño y escaso introito intenta reflexionar, está relacionado con el tratamiento, por parte de los canales formales de gestación de conocimiento - universidades, medios masivos de comunicación, etc. - del ayer, del tiempo pasado y de los protagonistas que dieron testimonio y cuerpo al mismo.


En este sentido es interesante develar cómo asistimos en la actualidad a un proceso de lavado de ciertas figuras que, gracias a la selectiva memoria de los aparatos de control social, se nos presentan escindidas de su subjetividad. Esto es: el sujeto devenido a objeto de estudio o recordación, despojado de su vital existencia como ser, como subjetividad productora de acontecimientos. Sin guarecernos en la fácil cobardía del ejemplo, citamos a Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Fransisco Urondo, Roberto Santoro. 


Nombres, obras, artículos periodísticos, inmersos dentro de lo que suele denominarse en la actualidad "revival": incursiones sobre intelectuales - escritores/periodistas/cronistas de la vida cotidiana - desde una estética postmoderna, suave, ligera o descafeinada. 


Patricia Walsh criticó la tendencia a referirse sobre su padre solamente como un intelectual comprometido y no como un militante montonero. Y de esto es de lo que estamos hablando: del imperio de la reproducción morigerada y escindida de la subjetividad de seres comprometidos con la vida - en un sentido amplio del término - y con el espíritu de su época: con "el compromiso de dar testimonio en los momentos difíciles" como escribió Rodolfo Walsh.


Retomemos, entonces, un punto esbozado hacia el comienzo de este escrito: el del pasado. Bien. Ocurre que, con frecuencia, el pasado contiene al olvido. Y en la recurrencia pretérita caemos, también con asiduidad, en la valoración de algunos pocos seres (mencionados anteriormente). 


Es entonces, el justificado fin y eje crucial de estas líneas, recuperar para el sentido simbólico y para la identidad cultural colectiva, la circulación social del conocimiento no fragmentado - no desarticulado de su contexto, de su territorio subjetivo - de aquellos seres que han quedado sepultados en el olvido de lo pasado.


Tomemos uno de esos nombres, desconocido para muchos de nosotros: Enrique Raab.



Enrique Raab:

El cronista ejemplar:.



Toda aproximación a un ser desconocido tiene algo de inquietante y azaroso. Más aún cuando se tiene la presunción de que no muchos, por no decir sólo algunos, conservan vivo el recuerdo de ese mismo ser. Y se torna todavía más desafiante cuando se descubre la propia dificultad de acercarse al conocimiento de uno de los tantos, que el terror y la impunidad de los que fueron dueños de la vida y la muerte por estas tierras, casi logra desaparecer con total efectividad.

 

Es el caso de Enrique Raab.


Y la pregunta, a esta altura, es ya demasiado obvia: ¿Quién es o fue Enrique Raab? 


Variedad de respuestas iniciales: crítico de cine y teatro, periodista, cineasta, cronista de la calle y el acontecimiento - acontecimiento entendido como devenir, como hecho latente, por descubrirse, por revelarse. Es decir: Enrique Rabb como un periodista con una cualidad que lo distingue del resto. 


Carlos Ulanovsky, que trabajó junto a Raab en Panorama y en La Opinión, y de quien aprendió los secretos del periodismo, define la cualidad que distinguió a Enrique Raab de la siguiente manera:" su posibilidad de ver en ciertos hechos lo que otros no ven".

Un anunciador del acontecimiento, que se anticipa a su manifestación y lo describe a través del registro casi fílmico de la realidad. Porque sus crónicas están construidas bajo ese registro óptico, el de la captación del detalle en la vida singular del individuo de la calle, entrelazado con determinada realidad política, con determinados hechos objetivos o circunstancias históricas dadas.
Un narrador exquisito, culto, y al mismo tiempo cotidiano, humilde, observador y sensible.


Ana Basualdo, en el prólogo de su libro Crónicas ejemplares, dice de la escritura de Raab:


" La fuerza de la escritura de Raab está en la rapidez, el fogonazo, el " travelling" de frases que persiguen multitudes peronistas hacia Plaza de Mayo y que captan, en cortes abruptos, el drama de la JP ante un Perón que se le muestra siniestro, sin máscara, en el último acto que compartieron (el 1º de Mayo de 1974 ).... "Frases como cámaras que van detrás de las multitudes de Mar del Plata que se arrastran exhaustas y paran y se enfilan ante puertas de restaurantes de dos tenedores o vagan por la explanada del casino sin saber qué hacer en un día gris... Ubicuo, como debe ser un reportero, lo averigua y lo muestra todo...


Enrique Raab es un periodista que averigua y muestra todo. Cubre en 1975, las elecciones provinciales en Posadas, elecciones en las que los Montoneros participaron bajo el nombre de Partido Auténtico, luego de la muerte de Perón. En estas crónicas puede observarse el registro del color local, el timbre de un dialecto, la descripción topográfica, el sabor de ciertas bebidas, etc. Y todo elaborado desde un punto de vista firme, como define Ana Basualdo: "Sin ganas, los recursos del oficio no sirven para decorar. Tampoco sirven sin un punto de vista secreto y firme...Energía y punto de vista son en realidad los útiles de este oficio..."


Al leer las crónicas de Enrique Raab uno comprende aquello que Elías Canetti, filósofo y poeta alemán, escribió algunas vez: " el verdadero poeta se entrega a su época, cae en su servidumbre...". Raab, a través de sus crónicas, en las que no dejaba dato sin consignar y a las que se entregaba con total energía, dio cuenta de su época vinculando el muy buen estilo de escritura con la militancia activa.


Es aquí donde se nos presenta la oportunidad de no caer en la falsa ingeniería del blanqueo del pasado, porque Raab también fue un militante de la causa revolucionaria, un ser humano atravesado por las fuertes concepciones ideológicas de un tiempo pasado - pero no desechable - que, como sostiene Platón, buscó en la justicia un profundo deseo de verdad y felicidad. Raab fue un militante de la izquierda revolucionaria que dio cuenta del conflicto establecido entre concentración y exclusión, es decir, incorporó el conocimiento profundo de los acontecimientos y sus consecuencias como principio superador de una mirada unívoca; promovió una teoría del conflicto vinculada a la mirada crítica de los hechos. 


Encontrándose en Cuba, Raab escribió una serie de crónicas que el diario La Opinión no publicó, y que luego aparecerían agrupadas en un libro que, en el año 1975, ediciones de La Flor editaría bajo el nombre "Cuba, vida cotidiana y revolución".


Hacia el año 1971, Enrique "Jarito" Walker - hombre que merecerá una adecuada investigación sobre su vida y producción periodística - fundó la publicación clandestina Nuevo Hombre. Raab trabajó en ella, y también se sumó a otro proyecto de Walker, el cual naufragó sin siquiera partir de sus costas luego del golpe de 1976: La revista El Ciudadano. Al respecto, el poeta Alberto Szpunberg comenta:

" La revista se iba a llamar El Ciudadano, y la cabeza visible (se decía que también financiera) era una tal Borenholtz.... Los militares ya habían dado el golpe. Según nos habían dicho, el proyecto era apoyado políticamente por toda la izquierda, incluyendo a los Montoneros, el PRT y hasta un sector del PC. Su objetivo era reivindicar la democracia... Eran días de superplomo. Ya habíamos empezado a pensar artículos y entrevistas, discutíamos el editorial, pero era evidente que nada de eso tenía sentido ya. Teníamos la sensación de que los milicos iban a entrar en cualquier momento. Un día Enrique llegó con la noticia de que habían secuestrado a Timerman. Entonces decidimos abandonar el local...."

 

Desde ya hacía mucho tiempo, aproximadamente desde el '74, Enrique Raab guardaba cartas que, la siniestra Triple A de López Rega, le enviaba. Misivas en las cuales Raab habrá leído para sí, los hoy perversamente clásicos "estás muerto" "comunista","rusito","judío" . Claros ejemplos de la jerga lingüística propia de las bandas parapoliciales que desde esos años ya operaban, con total impunidad, en el país. 


" Mi mamá le decía:" te tenés que ir, te tenés que ir.". Todos sus amigos ya se habían ido... ¿Por qué no se fue? Le mandaban cartas de Francia diciéndole que había trabajo para él. Pienso a veces que quedarse fue una especie de suicidio. Algo muy grande lo retenía aquí: de lo contrario no puedo explicarme por qué no tomó la decisión de irse". Evelina Raab de Rosenfeld, hermana de E. Raab. 


Otro testimonio, expresado en este caso por Carlos Alfieri:
"Creo que, en su caso, la militancia revolucionaria era la extensión de la estética por otros medios. No fue esta su debilidad: fue su grandeza, una acción muy seria que buscaba, como sus crónicas, entrelazar todos los pedazos sueltos del mundo. A ella le consagró su vida con espantosa despreocupación".


Ética y estética unidas a un cuerpo dedicado, no sólo al goce de la vida, sino al análisis crítico de diversos entramados sociales. 
Finalmente, y esto en una pequeña investigación como la presente, no constituye una metodología de rigurosidad ortodoxa, resta indagar sobre la infancia de Enrique Raab - instancia que si bien no determina todas las acciones futuras de un ser, sí deja huellas en el alma y en el cuerpo, las cuales influyen sobre la constitución de la identidad futura de un sujeto - , rastrear datos de su adolescencia y de sus primeros trabajos.


Algunos datos elementales han sido obtenidos gracias a testimonios seleccionados por Ana Basualdo en su libro "Crónicas ejemplares, diez años de periodismo antes del horror", y son los siguientes:
"Mi hermano nació en Viena, el 2 de febrero de 1932. Mi padre era comerciante y vinimos a la Argentina corridos por Hitler. Enrique tenía seis años. Hizo la primaria en una escuela de Reconquista y Corrientes. La secundaria la hizo en el Nacional Buenos Aires. No pudo terminar el bachillerato porque no aprobó una materia, Historia, que rindió como cincuenta veces. Además del español, Enrique hablaba alemán, inglés, francés e italiano. Empezó en la Cinemateca Argentina, cuando tenía dieciocho años, haciendo crítica de cine. Primero trabajó en una agencia de viajes y enseguida, sería 1961 ó 1962, entró en la editorial Abril, como periodista.". Evelina Raab de Rosenfeld.


Entre 1962 y 1975, Enrique Raab trabajó en las siguientes publicaciones: las revistas semanales y mensuales Primera Plana, Panorama, Todo, Confirmado, Adán, Siete Días, Análisis (revista de economía hasta el año 1968), y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial (hoy El Cronista).
Hacia el año 1977, Enrique Raab vivía en un departamento de la calle Viamonte. El 16 de abril de 1977 lo secuestraron, y desde esa fecha hasta hoy es uno de los más de cien periodistas desaparecidos en nuestro país.


Dirá Osvaldo Bayer:
"Dejar al desnudo a los acomodaticios que quisieron hacer creíble la teoría de los dos demonios ante la realidad de víctimas y victimarios. Eran los mejores. Gracias por recordarlos en toda su fuerza.". 


La finalidad deseada de esta escasa investigación, no intenta recalar en la remembranza lacrimógena, sino en la promoción de un trabajo que confronte con las ideas estáticas de un presente que ofrece como única manifestación, la queja particular, el voto cualunquista, y fundamentalmente, el irrefrenable impulso argentino a la aceptación de lo dado como un hecho insuperable y definitivo.


Propósito que se halla reflejado en la frase de Bayer: rescatar del olvido a uno de los mejores. 



*Periodista- Dtor de La Tecl@ Eñe, Revista de Cultura y Política http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene


BIBLIOGRAFIA.

Blaustein, Eduardo y Zubieta Martín, Decíamos ayer, la prensa argentina bajo el Proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998.
Basualdo, Ana, Crónicas ejemplares, diez años de periodismo antes del horror (1965-1975), Buenos Aires, Perfil Libros, 1999.
Walsh, Patricia, Seminario de Investigación Periodística, método y escritura, U.N.L.Z, 1999.
Camaño, Juan Carlos y Bayer Osvaldo, Periodistas desaparecidos, Buenos Aires, Norma, 1998.

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