top of page

Acerca de Orden y Progresismo. Los años kirchneristas,de Martín Rodríguez.

 

El subsuelo de los sentidos sublevados

Por Conrado Yasenza*

El libro de Martín Rodríguez, Orden y Progresismo. Los años kirchneristas, reúne textos que son obsesiones. Obsesiones que no son ni objetos de estudio, ni campos, ni métodos, sino el empeño de un periodista y poeta por retomar el guante de lo ya pensado, de lo discutido para desde allí, en una suerte de “pensamiento adentellado”, ir más lejos aún en la construcción de nuevos lenguajes que combinan el análisis político, la referencia a lo leído, los años de oficio periodístico, la militancia, y una gema que renace en la escritura de Rodríguez: el poder de observación que se ofrece a quien quiera ver. En el desempeño de esas diversas labores se forja la descarga de vivacidad, gracia y sutileza que hace del escudriñar conductas, gestos, guiños y destrezas del superviviente, el barro con el que se amasa lo narrable. Narraciones en las que la poética de Rodríguez se afilia a esa clase de personas que exploran los lugares comunes para tratar de extraer de allí algo nuevo. Músicas en el desierto, la música de la fe en las cosas, la fe de las personas que hacen funcionar al mundo. La minería rocosa y profunda con la que se hace la literatura nacional. Obsesiones que ponen de relieve la contradicción dialéctica del ser nacional: El Orden y el Progresismo. Un orden que nunca fue (la melancolía de no haber sido y ya no ser) y un progresismo teológico fundado en el horror y los desaparecidos. Y como es un libro de épocas, de eras, que comprende al Kirchnerismo, una obsesión que bucea en esa suerte de sincretismo vuelto pedagogía progresista: Transformación, reparación y dañó. Como dice Martín: Yo soy lo que hice con lo que el Estado hizo de mí.  

Orden y Progresismo desafía las cristalizaciones en el pensamiento político actual y se revela al consignismo de cotillón para generar cierto malestar en el férreo militante kirchnerista, quizás la duda entre los anti-kirchenristas concentrados, como efecto paradojal,  o tal vez, desconfianza ante la  actitud crítica del “kirchnerista desilusionado”; y por último, la lectura que cobije a aquellos “simpatizantes críticos”, integrantes de esa ancha y neblinosa avenida denominada “progresismo”. Allí la idea del fratricidio progresista: una irreverente indagación del Kirchnerismo y sus conflictiva con la clase media, esa lógica conciliatoria y no defenestradora de ¿una clase? a la que tanto el kirchnerismo, como Perón y Alfonsín,  desearon gobernar. La grafología de las alianzas con los sectores populares como ampliación del campo de batalla dentro del capitalismo. Fórmulas a desglosar: Desarrollo del mercado interno y el consumo como reaseguro y subsistencia de esa capa social chúcara. Pero también, la idea de administración del conflicto que el Kirchenrismo le plantea a la sociedad – de arriba hacia abajo -  y la resignificación del "prestigio" de la clase política, cuyos integrantes son, justamente en gran medida, de clase media.

 

 

Rodríguez, para graficar estas relaciones de amor, odio y conveniencias,  invierte la frase de Cooke y escribe: La clase media es el hecho maldito en el país peronista. Y ahí, esa acertada descripción de la permanente tensión en el deseo de gobernarla.

 

Gobernar es gobernanza: El alfonsinismo con su idea de refundación de la República basándose en el precepto civilizatorio sarmientino-alberdiano para intentar crear una suerte de “Brasilia” en Viedma, al sur del país. La sede administrativa de una Nación que intentará gobernar sin poblar y en un contexto de postguerra.

 

El menemato y su figura central: Un Facundo de galera y trajes de colores, el riojano más famoso del mundo, el que “puso el dólar ahí, de donde nada podrá sacarlo”. Presagio de lo que vendrá o postales del naufragio y la supervivencia.

 

El presidente no electo del apocalipsis, Eduardo Duhalde, una figura política del abismo que generó las condiciones de posibilidad para la llegada de Néstor Kirchner al gobierno; el intendente y gobernador austral que arribó a la Gran Manzana y visualizó la frontera entre la civilización y la barbarie: La General Paz. Ese límite entre la CABA y el conurbano que definió el estilo político de gobernanza del patagónico: Cloacas, agua potable, interconexión al sistema eléctrico.

 

Orden y Progresismo es un libro inquietante que pone en conflicto al que se sienta cómodo en el sofá de las certezas. Habitan el libro la voz, la palabra, el sonido de esa voz con respecto a un hecho político que se evalúa y se valora, no como extrañamiento y sí como lucidez, pero no como una lucidez distante que enjuicia desde una supuesta imparcialidad. Martín Rodríguez no es, como Campanella, hobbesiano. No es un hombre de Estado.

 

Una voz que no se conforma y que es parte, quizás, de lo que se desglosa: Una composición que delibera sobre la noción de criticidad del kirchnerismo crítico, esa "inmutable anomalía" que genera y administra el conflicto como un estilo y modo de subsistencia.

 

Orden y Progresismo no es un libro binario (sólo la revolución lo es). Todo lo contrario: es un libro que hace estallar el subsuelo de los sentidos múltiples y sublevados. En él conviven el cine, la política, los años de violencia, la música, el universo de lo experiencial.

 

Orden y Progresismo es el libro de un hombre político que vive poéticamente el maravilloso oficio de escribir.

 

*Periodista. Director de la Revista La Tecl@ Eñe http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene

bottom of page